Según el Dane, la tasa de desempleo de las personas entre 18 y 28 años en el primer semestre de 2021 cerró en 23,9%, un aumento de 3,4 puntos porcentuales frente al mismo periodo del año pasado.
A eso se suma que enfrentamos una creciente necesidad de encontrar un equilibrio entre la vida personal y profesional, el trabajo flexible y la tecnología que han revolucionado los modos de gestión del tiempo y del espacio.
Y es que los jóvenes exigen entornos laborales cada vez más flexibles, donde puedan conectarse desde cualquier lugar con horarios que les permitan estudiar, cuidar de sí mismos y de sus familias, vestir la ropa que deseen sin necesidad de seguir códigos de vestuario impuestos y donde encuentren un propósito común, poder ser ellos mismos, desarrollarse y tener la convicción de que a través de su labor pueden aportarle al mundo.
Se trata de un grandísimo reto para las empresas, al que se suma la necesidad de generar oportunidades para los jóvenes sin experiencia, por eso es clave reconocer que existen obstáculos, en especial en las regiones, y además hay que derribar ciertos prejuicios sobre la personalidad de los jóvenes tales como que son irrespetuosos frente a las normas, cuestionan la cultura de los horarios y que su inexperiencia implica una curva de aprendizaje más alta, con estos estigmas corremos el riesgo inminente de convertirnos en empresas “antijóvenes”.
Hay algo que pasamos por alto empresas, gerentes y responsables del talento humano, es que cada joven trae creatividad e innovación, también se adaptan fácil a los cambios y tienen una rápida capacidad de aprendizaje. Por ejemplo, hoy tenemos una generación que se incorpora a la fuerza laboral con una riqueza innata del mundo conectado gracias a las TIC.
Nosotros, en Andes BPO somos privilegiados porque trabajamos con tecnologías de la información y la comunicación y eso permite que los jóvenes que ingresan a la compañía no necesitan experiencia. Prima en nuestro caso que tengan actitud de aprendizaje continuo.
Luego de ingresar pueden participar de un modelo formativo que busca un equilibrio entre la necesidad de la compañía de tener colaboradores capacitados para las actividades propias de la industria y al mismo tiempo incentivar su desarrollo personal y profesional.
Este camino recorrido en la búsqueda de ser una empresa “projóvenes” nos deja aprendizajes y hallazgos, uno de ellos es la necesidad de escuchar para entender cuáles son los deseos y prioridades de nuestros jóvenes para entender qué los moviliza: nos topamos con la importancia de la diversidad y la consciencia ética, los jóvenes son muy abiertos y procuran aportar su granito de arena para tener un mundo mejor.
Coherentes con ese hallazgo tuvimos la oportunidad de incentivar el uso de la bicicleta (60% viene a trabajar en este medio de transporte) y creamos una huerta que nos enseña a cuidar y respetar lo que consumimos y a conectarnos con el medio ambiente.
También establecimos políticas de flexibilidad horaria para aquellos colaboradores que estudian carreras profesionales y necesitan organizar sus horarios en pro de su crecimiento y al mismo tiempo para las madres cabeza de hogar que necesitan tiempo para compartir con los jóvenes del futuro.
Estamos ante un momento de cambio y ante la posibilidad de pasar de ser empresas “projóvenes”, de encontrar nuestro rol como empresas que acompañan, conectan sueños, viven una cultura donde cada joven pueda preguntarse ¿Quién es?, ¿Para dónde va?